Por LEB
¡Duro contra México! Mi amigo Javier Chapa Martínez platica que de recién casado con su respetable y culta esposa Diana, cuando iban a cenar a algún restaurante con sus suegros, a la hora de pagar la cuenta, ella le decía en voz baja: Javier, no permitas que mi padre pague la cuenta; y Javier la pagaba. Pasaron los años, la vida les ha permitido ver grandes a sus hijos y después a sus nietos. Ahora, cuando van a comer o cenar a algún restaurante, a la hora de pagar la cuenta, Diana le dice más o menos lo mismo que hace cinco décadas: Javier, no dejes que los muchachos paguen la cuenta. Javier, entre broma y veras, le pregunta a ella que cuándo le va a tocar su turno de ser el invitado sin tener que pagar las cuentas. Sus amigos festejamos el relato porque sabemos que es cierto. Pretendo ilustrar con este hecho anecdótico, lo que le sucede al gobierno de nuestro país. Desde que tengo uso de razón, cuanto visitante distinguido arriba a México, habla mal de nuestra nación. En 1990, el posterior premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, que había perdido las elecciones presidenciales en Perú, fue invitado por nuestro Nobel Octavio Paz a un evento televisado, donde poco habló de su peruana derrota, pero sí calificó sin piedad: “México es la dictadura perfecta”, definiéndola mejor que la del comunismo, más perfecta que Fidel. Tras 23 años regresó Vargas Llosa a México y declaró –no de la vida en Perú o España donde vive- sino que la Dictadura del PRI no era perfecta, sino… ¡imperfecta! Asegurando que había un masoquismo colectivo pues la mayoría votó el regreso del PRI al poder, y por eso “hoy no hay una dictadura en México”. Se trata de un personaje que viene esporádicamente. Pero hay otros como Elena Poniatowska Amor, periodista y escritora nacida en París en 1932 que radica en México desde 1942 y recibió en España el Premio Cervantes 2013. Desde 1968 escribe criticando duro al gobierno mexicano en materia de derechos humanos, no sin ser demandada por erratas en algunas de sus publicaciones, como lo hizo el historiador Luis González de Alba. En un reportaje suyo en el año 2000 sobre la vida de las mujeres indígenas, una de las entrevistadas le reclamó que la entrevistaba y fotografiaba un día en que estaba sudada y sucia por estar trabajando, invitándola a hacerlo un domingo cuando estuviera limpia y arreglada; la aborigen acusó a Poniatowska de explotar con parcialidad la vida indígena. Cerca del candidato a presidente López Obrador, Elenita critica la política y la economía del país que le dio protección y nada dice del país donde nació y del que huyó de la guerra. El patológico caso de Trump es bien conocido pero nos critica en su país y en tiempos electorales. Sin embargo, han venido cantantes como el italiano Tiziano Fierro, a decirnos en nuestras narices que en México es imposible encontrar mujeres bellas pues “tienen bigotes” y quizá la única que se salva es Salma Hayek. Y deportistas drogadictos como Maradona que en Quintana Roo dijo que el fútbol mexicano es tan corrupto como su gobierno y que la Federación México es uno de los principales actores en la corrupción mundial de fútbol. Puedo seguirle con más y más casos de insultos a domicilio, algunos con razón y otros sin ella pero finalmente esta es nuestra casa, la única que tenemos. Lógico era esperar una réplica de los mexicanos que triunfan o son reconocidos en el extranjero, pero sorprende que ninguno habla mal del país que visita, lo cual es bueno, sin embargo, sí lo hacen de… ¡México! Y ejemplos hay: Alejandro González Iñárritu, cineasta nacido en la Ciudad de México, que trabajó de director en una estación de radio y luego incursionó en el cine mexicano con la cinta Amores Perros en 1999 que lo llevó al éxito, de inmediato se mudó a Estados Unidos, donde ha ganado dos premios Óscar. Este mexicano al ser reconocido, no criticó lo mucho que tiene de criticable Estados Unidos, no. AGI dijo que no volverá a México “porque un país tan violento no es divertido” y criticó al gobierno mexicano. En el llamado Séptimo Arte, hay más casos: La actriz Kate del Castillo, nacida en la Ciudad de México en 1972, participó en 10 telenovelas mexicanas desde 1980, y en 2010 protagonizó La Reina del Sur, con la empresa norteamericana Telemundo interpretando a una narcotraficante. En 2007 fue nombrada la “Estrella del año” por la revista People en español. Y a partir de ese momento es una crítica exacerbada de México, asegurando que confía más en el narcotraficante El Chapo Guzmán que en el gobierno mexicano. En 2015 refrendó su nacionalidad mexicana, para intentar rodar una película sobre El Chapo, logrando acercarse a él pero con el desenlace de su captura ahora acusa al gobierno mexicano de perseguir inocentes y reprimir el derecho a la libertad de expresión. Entre los deportistas destaca Hugo Sánchez, el mejor futbolista de la CONCACAF (Confederación de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe de Fútbol Asociación) del Siglo XX, odontólogo de profesión, nacido en la Ciudad de México en 1958, que vivió y habló como capitalino hasta 1981 que se fue a jugar a los clubes Atlético y el Real Madrid de España y regresó en 1992. En once años adquirió un notorio acento “españoláo” en su hablar, que conserva hasta la fecha. En 11 años perdió su acento capitalino y no lo ha podido recuperar en los siguientes 24 años, pero eso sí, desde entonces se la pasa criticando al fútbol mexicano, añorando su pasado en Europa. Anteayer sábado, el escritor Fernando del Paso, también nacido en la Ciudad de México, fue galardonado por el rey de España con el Premio Cervantes 2015. En su discurso expresó críticas al gobierno mexicano y en contra de una ley en el Estado de México. Fernando del Paso, ha bebido de la cultura europea por décadas, entre Londres y París, lo que le permite entender bien la psicología de los europeos que estudian a las naciones de Hispanoamérica. Sabe perfectamente que en varios países se está ahora mismo criticando a México, y en vez de defenderlo, dijo delante de los reyes de España que México vive: “el principio de un Estado totalitario”, regresión flagrante en el respeto a los derechos básicos y una etapa de decadencia preocupante, justificándose con “no denunciar la crisis de México me daría más vergüenza”. Y nada dijo de la corrupción en la familia real española. No intentaré defender a los gobiernos mexicanos ni a sus partidos políticos, que ellos lo hagan si pueden. Pero considero injusto que un mexicano aproveche su triunfo personal para hacer ver mal a nuestro país, pues olvidan que los tres elementos indispensables para la existencia de un estado son: Población, Territorio y Gobierno. Como el segundo no se puede cambiar, aunque sí perder como nos sucedió en 1848, debemos todos luchar por cambiar al gobierno en su acepción más amplia, no sólo el partido y las personas en el poder, sino la forma de gobernar, pero también trocar las actitudes de algunos mexicanos distinguidos, que son parte de la población. Estos cambios se deben hacer en México, no desde el extranjero pues así solamente se envían mensajes de desunión que despiertan apetitos a las naciones poderosas que andan a la búsqueda de escisiones. Tampoco estoy de acuerdo con quienes afirman que el llamado malinchismo es parte integral de nuestra personalidad. Hablo de la proclividad a ponderar mejor lo extranjero, y mostrar menos apego y más menosprecio de lo propio. Lo único peor que eso es creerse a sí mismo extranjero o superior al resto de sus nacionales. Y este defecto es común entre mexicanos, no sólo en los famosos. Muchos hermanos nuestros, al irse a trabajar a Estados Unidos, adquieren de inmediato un acento distintivo en su habla marcado por el yeísmo (pronunciar la “y” y la “ll” como una “y” larga), utilizando términos como “yarda” -deformación de la palabra inglesa yard-, jardín; o “troca” por truck, camioneta. Eso no es importante pero muchas veces refleja admiración por lo estadounidense y desprecio por lo mexicano. Ciertamente, México proviene de dos sistemas altamente discriminadores: las monarquías indígenas finadas en 1525 y la monarquía española que terminó en 1821. Ambos sistemas basados en castas que categorizaban a las personas y en orden a su linaje otorgaban privilegios y honor. Tanta tradición hubo de las castas, que quedan algunos vestigios, pues a pesar que desde 1822 se estableció la igualdad entre todos los mexicanos, socorrido es el insulto: “no seas igualado”. Desde luego que eso no es indicador de algún trauma que nos imbuya ser menos que los extranjeros. Desafortunadamente hay mexicanos que tienden a huir de nuestras raíces, aunque en público valoren la grandeza de los imperios antiguos y nuestro pasado colonial, en sus adentros admiran más lo extranjero. Son mayoría los mexicanos que prefieren declararse descendientes de un aventurero europeo que de una familia real indígena. Y aquellos que pueden estudiar en Europa, no les importa que su preparación vaya a ser inferior a la que podrían recibir aquí, a pesar de que las universidades mexicanas no están pasando por su mejor momento. Un título universitario de cualquier universidad patito extranjera los deslumbra y lo prefieren sobre una universidad mediana mexicana. Sencillo no está. Debemos conservar lo indígena pero establecer mecanismos para que los naturales se superen. Pareciera ser que las reglas de educación que nos hemos dado los mexicanos, buscan mantenerlos en la época precolombina para que el mundo pueda disfrutarlos en un aparador. Por otra parte, los ejemplos de personas ilustres que rechazan su origen con críticas al gobierno en turno es el ejemplo más vívido de los mexicanos que buscan sentirse superiores a sus compatriotas una vez que encuentran el prestigio internacional. Eso les genera cierto respeto momentáneo fuera del país, pero a costas de que la marca México siga devaluándose. Quién sabe qué necesitemos para que la escuela pública de Chiapas tenga la misma calidad educativa que una de Monterrey, y que un hospital en la sierra Tarahumara sea tan digno como un hospital en Guadalajara. No es sencillo, pero hay ejemplos en algunos países latinoamericanos y creo que lo más importante es revalorarnos como nación y no estar siempre tratando de superar en lo individual a nuestros iguales. Tiene razón mi amigo Javier, ¿cuándo cortaremos una flor del jardín que entre todos sembramos y abonamos? Porque Iñárritu, Kate, Hugo y don Fernando también han levantado cosechas en parcelas mexicanas, al margen de sus ideologías políticas. Si no ayudan a consolidar a nuestro país, no estorben.