Por Redación PM
(Por los que estaban con el pendiente de que si está enfermo).
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Dicen que en política, a la gente, “si no le puedes dar dinero, al menos dale la mano”. Es lo que ha comenzado a hacer Enrique Peña Nieto en estos días, preludio de la época de las vacas flacas.
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Este lunes en Veracruz, con motivo del mes de la Cruzada Contra el Hambre, se pudo ver al presidente como hace años no se le veía: cercano a la gente, gozoso de estar entre la multitud y… en campaña.
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La situación económica internacional, con la caída de los precios del petróleo y la reducción del dinamismo de China e India, más los recortes presupuestales internos que a primera vista parecen exagerados, obliga al despliegue de un activismo presidencial como no se ha visto en estos dos años de gobierno.
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Ése es el Peña Nieto que entusiasmó a millones desde que era gobernador del Estado de México, y no el presidente atado por un saco y una corbata en auditorios gélidos que hemos tenido en el primer tercio de su mandato.
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“No se puede gobernar si no se siente el sudor”, dijo el presidente en San Andrés Tuxtla, luego de tardar media hora en llegar al templete entre abrazos y apretones de manos, selfies e intercambio de frases con la concurrencia.
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¿Por qué Peña no ha sido así estos dos años y tres meses de su gestión?
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Porque él mismo se impuso, equivocadamente, la disciplina de no entorpecer los acuerdos con la oposición, a través de este tipo de actos que pueden tipificarse como de campaña.
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¿Y? ¿No es eso lo que necesita el país en tiempos de dificultades económicas? ¿Infundir ánimo y hacer visible la cercanía?
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Peña Nieto ganó la elección presidencial a López Obrador por su facilidad para conectar con las multitudes.
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Es falso que Peña ganó “por el apoyo de la tele”, y que era un “muñeco mediático”, como argumentan sus adversarios.
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Si la televisión por sí sola hiciera presidentes, en 2000 habría ganado Labastida, y en 2006 habría ganado López Obrador por mayoría absoluta, quien tuvo a su disposición canales de TV todos los días para sus mensajes matutinos, en los que marcaba la agenda.
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Esa es su gracia en política: su facilidad para conectar con la gente. ¿Por qué guardó en el cajón esa cualidad innata suya, y en su lugar apareció un acartonado personaje de la aristocracia mexiquense?
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Se equivocó el presidente al no trabajar ese aspecto de su personalidad, que da músculo político y respaldo popular para la acción de gobierno.
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Ahora, por lo visto, viene un afortunado “retorno a los orígenes”, a su esencia, que no es la de un catrín, sino de un político-político. Esa virtud se la habían cercenado.
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Vamos a ver si el gabinete presidencial capta el mensaje de Peña Nieto en San Andrés Tuxtla, y se salen de la zona de confort en que se encuentran, pensando que todo va muy bien mientras ellos permanecen en sus cargos.
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El mensaje es que tienen que “mojar la camiseta”. Y eso es precisamente lo que ha faltado en esta administración: transmitir seguridad y pasión por lo que están haciendo, estemos de acuerdo con ello o no.
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Ahí está el fuerte de Peña Nieto. Y en San Andrés Tuxtla lo pudimos ver tal cual es.
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Pablo Hiriart en EL FINANCIERO