“No sean indiferentes al necesitado”

Por Pedro García

 
El río de feligreses, de peregrinos, paró por unos instantes. Los matachines, sin dejar de danzar, se despojaron de sus coronas. Con el mayor de los respetos inclinaron su tronco y, fervorosos, se acompasaron ante el primer escalón de acceso a la austera explanada del atrio del Santuario Guadalupano: chas, chas, chas, chas, chas, chas…
Daban lo mejor de sí en el baile pues estaban a unos metros del encuentro de mayor misticismo en México, el encuentro con la Morenita del Tepeyac en la pionera colonia Independencia de la ciudad de Monterrey.
Chas, chas, chas, chas, chas…En orden, la gente encaminó siguiendo a los matachines rumbo al interior del templo donde el padre Pedro Castillo recordaba a la feligresía de la trascendencia, en estos difíciles momentos del país, de “no ser indiferentes hacia el necesitado”.
“Hay que escuchar la voz de María”, decía de modo insistente el joven sacerdote quien previamente había bañado de bendiciones a los peregrinos provocando el júbilo de los burócratas del municipio de Guadalupe.
El brazo del clérigo destacaba por sobre las cabezas de la muchedumbre que recibía el líquido precioso que regaba por los aires el prodigioso hisopo: ¡Oh! ¡Ah!, exclamaban los peregrinos por el agua bendita (¡bendita agua!) que era un bálsamo refrescante para los extenuados por la marcha que habían iniciado en la Alameda Mariano Escobedo con el dirigente y diputado federal, Héctor García al frente.
“Hay que escuchar la voz de María no los ruidos externos que tenemos actualmente”, alentaba el padre Castillo e invitaba a las familias a dar su tiempo en favor de sus semejantes. “Ofrezcan más su tiempo que cualquier donativo”, instó.
¡Desde el cielo una hermosa mañana/ Desde el cielo una hermosa mañana/ La Guadalupana/ La Guadalupana/…A querer o no, cualquiera se cimbra al escuchar el sentidísimo canto de los peregrinos a lo largo de la calle San Luis, metros adelante del río Santa Catarina. Más hacia arriba se advierte el vértice del santuario, a un lado la antigua iglesia de Guadalupe y, más arriba, la Loma Larga.
Dentro, el dirigente del Sindicato Único de Trabajadores al Servicio del Municipio de Guadalupe, Héctor García agradecía la recepción y las bendiciones a la autoridad eclesial durante dieciocho años consecutivos que le ha correspondido llevar la peregrinación y pidió por sus compañeros burócratas y por “nuestras autoridades”.
Héctor García reafirmó a éste reportero su devoción guadalupana y externó sus deseos de que el pueblo de Nuevo León y de México alcance los anhelos de salud y trabajo.
“La fe mueve montañas”, dijo en breve entrevista a las afueras del templo y afirmó que además de los esfuerzos que hacen todos los mexicanos por salir adelante, esa fe es necesaria para afianzar la unidad de las mayorías que miran por el bien del país.
Chas, chas, chas, chas, chas, las danzas Guadalupana, San Judas,  San Juan Diego habían ingresado, habían guiado las peregrinaciones de la Constructora Hilye, la de la Familia Castro, la de la Colonia 18 de Febrero, la de los trabajadores de la empresa Rugo, COCEVISA, Sindicato de Correos y muchas más en un sábado de excelente clima de mañana contrastante con la lluvia pertinaz por la tarde, condiciones que no arredran a los peregrinos que colmaron todo el día el Santuario de la Virgen de Guadalupe a unos días de las horas mayores, previas a las mañanitas que se entonan a la Virgen, iniciando el día Doce.

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