Fotos, cenizas, altares: las nuevas tendencias del rito funerario

Por pmnoticias.tv

 Las tendencias en los ritos funerarios durante la contingencia sanitaria por el COVID-19 han sido contrastantes: muchas han tendido hacia la intimidad, donde algunos deudos se sienten más cómodos; otras requieren del desahogo público que solo encuentran, por el momento, en las redes sociales, pero también en la expresión simbólica: los altares de muertos.

A falta de la experiencia presencial de la misa de cuerpo presente y de la sepultura en panteones, las familias han debido hacer modificaciones en sus costumbres funerarias y, por consecuencia, en la forma de experimentar el duelo.

“A pesar de que hubo modificaciones muy importantes en los ritos funerarios, porque ya no se podían hacer misas multitudinarias; en algunos casos, sus familiares estaban hospitalizados, fallecieron y ya solo se les entregaron las cenizas, no pudieron despedirse de ellos, no pudo haber una congregación familiar y de amigos cercanos, como suele haber; aun así, se están construyendo otras maneras de poner en operación el rito”, afirmó Hada Soria Escalante, profesora de la Escuela de Psicología de la Universidad de Monterrey.

De acuerdo con una investigación de estudiantes de la UDEM, titulado Vicisitudes del rito de duelo ante las muertes por COVID-19, del cual Soria Escalante es asesora, lo más interesante del rito es que no ha perdido efectividad, sino que los sujetos están buscando su manera de adaptarlo a las circunstancias.

El trabajo del equipo estudiantil es un Proyecto de Evaluación Final (PEF) para graduarse de la Licenciatura en Psicología Clínica, que se desprende de una investigación más amplia de Soria Escalante, titulada Subjetividad y pérdida violenta, pero enfocado como un estudio cualitativo sobre la modificación en los ritos funerarios y sus consecuencias en el duelo.

Las y los alumnos participantes son Myriam Elizabeth Carbajal Tamez, Andrea Elsa Peña, Pablo Dante Martínez González, Daniel Neira Nieto, Grecia Dessiree Cantú Espinosa y Karla Erandi Fernández Guido.

Los hallazgos del trabajo Vicisitudes del rito de duelo ante las muertes por COVID-19 han demostrado, en opinión de la profesora de la UDEM, “la enorme capacidad que tiene el sujeto de poner en operación todos sus recursos: simbólicos, imaginarios e incluso sus recursos reales, al exponer su salud o su vida, de lo que es capaz de poner en operación para volver efectivo un rito de duelo”.

“Lo que es innegable es que el COVID-19 ha provocado muertes muy violentas, porque es muy violento que te arrebaten a tu familiar y muera solo en un hospital; y la violencia sí es un bache mayor, implica mucho trabajo por parte del sujeto para entender, asumir y vivir el dolor de una pérdida violenta”, expuso.

La investigación estudiantil está basada en una serie de entrevistas a profundidad, realizadas tras una convocatoria abierta a quienes quisieran compartir la experiencia de haber tenido un familiar cercano fallecido por COVID-19, desde la adquisición de la enfermedad hasta el momento posterior de los ritos funerarios.

RITOS MÁS PRIVADOS

Lo que más destaca en la investigación del equipo estudiantil de la UDEM es que el rito se ha vuelto más privado de lo que era anteriormente, como lo indicó Soria Escalante, aunque las diferentes adaptaciones han sido muy variables, porque las medidas de seguridad contra la pandemia han variado.

En el momento más álgido, todo estaba completamente cerrado, no era posible tener una misa con los familiares más cercanos; actualmente, se permiten algunas ceremonias religiosas con un número reducido de personas; incluso, se han realizado misas online o reuniones familiares en torno a las cenizas del fallecido, porque el cuerpo ya no lo pudieron ver.

Como ha habido una restricción para entrar a los cementerios, comentó la Doctora en Psicología, se han adoptado otras formas de recordar y de estar en presencia de quien se ha ido, como es la configuración de pequeños altares.  

“Algo que también es muy significativo es el hecho de que el Día de Muertos adquirió fuerza, incluso en los estados del norte, la idea de hacer un altar, de escribir algo en torno al muerto, la idea de una despedida, aunque sea después de haber fallecido”, apuntó.

La investigación encontró personas que hicieron ritos diferentes a los tradicionales: despedidas muy íntimas en el seno familiar cercano, solo en torno a una foto del fallecido, rodeada de flores, porque no se puede ingresar a los panteones.

“Algunas personas que incluso dijeron que prefirieron esta modalidad de rito, porque no se veían en la necesidad de atender a la gente que llega y que da su pésame… pudo ser como más íntimo”, relató.

“Pero también hubo el lado opuesto, en el que permanece ese sentimiento desolador de no haberse podido despedir, de no haber podido tener el cuerpo del familiar; sin embargo, eso no anula la capacidad del sujeto de formular otras formas de rito, de despedida igualmente efectivas”, sostuvo.

Y la participación en las redes sociales también es muy significativa: a falta de poder compartir presencialmente con otros el dolor de perder a alguien cercano, se publica, se pone en las redes sociales, se invita a las misas online: “la presencia en la distancia”, enfatizó la profesora universitaria.

“LAS MISMAS DEUDAS CON NUESTROS MUERTOS”

Aunque existen distintas perspectivas dentro de la psicología, desde el psicoanálisis, no se hace un ejercicio de patologización del duelo, por lo que Soria Escalante desechó que exista un riesgo para la salud mental a partir de este tipo de experiencias.

“Las deudas con nuestros muertos siempre las hemos tenido: ‘no alcancé a hacer esto con él’, ‘nunca le dije esto’, ‘quedó pendiente esto’; y, ahora, lo que se está repitiendo mucho es: ‘no me pude despedir de él’, lo que, con pandemia o sin pandemia, es algo que pesa demasiado a los sujetos”, aclaró.

Para la especialista en psicoanálisis, a pesar de que esas “deudas” suponen una problemática para el duelo, no significa que vaya a provocar un trastorno mental o una patología; “es, justamente, parte del proceso de asumir la pérdida: cuando nosotros recordamos y reelaboramos nuestra relación con el fallecido”.  

Soria Escalante señaló que cuando el deudo comienza a hacer todo ese trabajo de duelo, en la medida en la que continúe hablando y reelaborando su historia su familiar, todo ese recordar, ese repetir, ese reelaborar la relación con el otro, es cuando empiezan a “desatorarse” esas pequeñas cosas que al principio parecían “atoradas” y a reconfigurarse las pérdidas para que las pueda asumir.

Por otra parte, la especialista reconoció que, pese a que ciertos sectores de la psicología tienden a pensar que el proceso de un duelo dura uno o dos años, la realidad es que no es así, “para asumir la pérdida de alguien puede tomarme muchos años, mucho trabajo y mucho dolor (…) a veces, hay duelos que duran para toda la vida”.

“Lo que sí es innegable es que está habiendo muchísimos duelos por la excesiva cantidad de muertes y el poco tiempo que tenemos para asumir una pérdida, cuando ya nos enteramos de otra, y eso tiene una complicación”, afirmó.

De cualquier forma, Soria Escalante advirtió que lo que se está viviendo actualmente con la pandemia son ritos funerarios modificados y no la desaparición de los mismos, lo cual confirma lo que el psicoanálisis, la antropología y otras ciencias han afirmado desde sus inicios, de que el rito y las tradiciones son maleables como configuraciones de un sujeto, porque es quien les da forma: las modifica si las tiene que modificar o las sostiene si les siguen funcionando.  

“Hay que destacar la capacidad subjetiva de las personas para hacer algo en función de sus muertos; nunca los dejamos ir así nada más, siempre vamos a construir algo en torno a ellos”, subrayó.

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