Por pmnoticias.tv
A pesar de una historia compleja, la perpetuación del juego de pelota como rasgo cultural en Mesoamérica, desde el preclásico media hasta nuestros días, en ambientes tan diferentes como la costa del Pacífico hasta los desiertos del noroeste de Mesoamérica, hacen del juego de pelota un elemento primordial de la definición de la cultura de la región, afirmó Eric Taladoire.
“No es una casualidad la adopción del juego de pelota en Arizona, sino el reconocimiento completo del valor político, social y religioso del juego de pelota mesoamericano”, sostuvo el antropólogo francés.
El profesor emérito de la Universidad de París I Sorbona ofreció la conferencia El juego de pelota en Mesoamérica: un estado de la cuestión en 2022, en la décima edición del Coloquio William Breen Murray, Construcciones y representaciones del mundo en el México prehispánico, histórico y actual.
La charla fue la primera del encuentro que se realiza en formato virtual, los días 29 y 30 de septiembre y 1 de octubre, organizado de forma conjunta por la Universidad de Monterrey, 3 Museos, INAH, el Posgrado de Antropología de la UNAM y el Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos (CEMCA).
Taladoire destacó que, con todo, el total de casi tres mil canchas registradas en Mesoamérica implica que, a lo largo de la evolución de esta región y el sureste de los Estados Unidos, el juego de pelota “es un tema muy amplio y muy complejo” y que tuvo un profundo significado que no puede interpretarse.
El especialista mencionó que ha logrado registrar hasta septiembre de 2022 en Mesoamérica y el sureste de Estados Unidos dos mil 988 canchas de juego de pelota, pero apenas 386 están lo suficientemente excavadas para asegurar su identificación definitiva, por lo que “queda mucho por hacer al respecto”.
Durante su ponencia, Taladoire señaló una serie de contratiempos en el registro de las canchas del juego de pelota del mundo prehispánico y aseguró que la identificación provisional de varias canchas fue errónea, por lo que se eliminaron de la lista.
Algunas de ellas, siendo identificaciones superficiales no fueron confirmadas, por lo que casi 300 canchas tienen un coeficiente de fiabilidad de cerca de cero por falta de datos o de seguridad de identificación y de excavación.
En otras ocasiones, conforme con los distintos proyectos, un mismo sitio puede tener varios nombres; o también muchas canchas han desaparecido para siempre bajo presas, como los casos de La Angostura o Chicoasén, mientras que otras han sido destruidas o han quedado con huellas de vandalismo, como la de Manzanilla, hoy llamada La Resurrección.
“La existencia de canchas aisladas podría justificarse como criterio de definición de límites entre dos entidades vecinas o rivales por conflictos de tierra, por ejemplo; estaríamos presenciando un aspecto específico del papel del juego como medio de resolución de conflictos o por el papel político del juego de pelota como modo de integración”, expuso.
Taladoire desechó la tesis de que la orientación de las canchas obedecen a criterios astronómicos, pero, “a mis ojos, la orientación de una cancha no resulta significativa por sí misma, si no en relación con los edificios vecinos y asociados dentro de un mismo sitio”.
El catedrático indicó que, en la mayoría de los casos, salvo en las canchas aisladas, las canchas se encuentran ubicadas en los centro rituales, cerca de los palacios y los templos; incluso, definen el carácter público de muchos conjuntos, como en El Tajín, Chichén Itzá, Toniná o La Milpa.
Previamente, en un mensaje durante la inauguración de este ciclo de conferencias, José Guadalupe Serna Naranjo, director del Departamento de Humanidades de la UDEM, señaló que, en sus 10 años de existencia, este Coloquio se ha convertido en un referente, primero a nivel regional, después nacional y, actualmente, a nivel internacional.
Para el directivo universitario, este espacio del Coloquio permite conocer mejor la diversidad cultural pasada y presente de México poniendo en alto la dimensión humanista sobre la que también fue fundada la UDEM.
En este evento, también estuvieron presentes Adriana Gallegos Carrión, directora de Tres Museos; Jorge Carrera Robles, delegado del Centro INAH Chihuahua; e Isaac Barrientos, en representación de Maya Collombon, directora del CEMCA; así como Bertrand Lobjois, profesor del Departamento de Humanidades de la UDEM y coorganizador del Coloquio; y Víctor Ortega León, arqueólogo del Centro INAH Chihuahua.
LOS ANIMALES Y EL MUNDO PREHISPÁNICO
Lo que las aves y otros animales simbolizaban en el mundo prehispánico, su relación con el poder y sus significados religiosos, fue el tema de la Mesa 7 De plumas, cuernos y cascabeles: la fauna sacrificial en el México de ayer y de hoy, que se realizó al mediodía del viernes 30 de septiembre.
En este panel, participaron Bertrand Lobjois, profesor de la UDEM, con la ponencia Su sacrificio era solo de culebras, aves y mariposas: Quetzalcóatl y el sacrificio animal; Elena Mazzetto, quien abordó el tema Fauna y poder: del proceso sacrificial a la comida ritual en el caso de la codorniz (cultura nahua) y de la llama (cultura inca).
También expusieron Fidel Camacho Ibarra, con el tema Haciendo la lluvia. El sacrificio del toro en la Warexma de los mayos de Sonora; y Luisa Villani, sobre El guajolote: víctima sacrificial y “limpiador” en la danza de los Voladores.
Lobjois señaló que hay una gran variedad de animales presentes en contextos de ofrendas o de sacrificios, a través de una gran variedad de especímenes, tanto aves de colores vivos como oscuros, además de cánidos, lobos o perros asociados con la serpiente emplumada.
El investigador universitario habló sobre los diferentes tipos de animales: los grandes depredadores, como los felinos, son bastante escasos, sobre todo en el posclásico.
Mazzetto, en su intervención, señaló que la codorniz es de las aves más presentes en contextos sacrificiales; su inmolación tiene muchas funciones: su sangre alimenta al dios del sol, su forma de revolotear es una forma de adivinación y se distingue como un tipo de comida señorial.
Agregó que existe una relación de cierto tipo de fauna con el poder, con ciertos gremios o ciertos exponentes de la jerarquía religiosa y política, tanto en el mundo náhuatl como en el andino.
Camacho Ibarra, por su parte, señaló que varios mitos de creación remiten a la interacción entre animales mexicanos y hombres o santos para dar forma al mundo.
“Las danzas y el consumo de carne remiten a la alternancia jerarquizada entre la luz y la oscuridad o a un dispositivo conceptual que separa ámbitos antitéticos referidos por la escasez y la abundancia”, indicó.