Juzgar menos, empatizar más y evitar romantizar la maternidad 

Por pmnoticias.tv

La experiencia alrededor de un nacimiento, desde el embarazo hasta la maternidad, se asocia generalmente a un ambiente de gran júbilo y de romanticismo entre madre y bebé; no hay lugar para temas tabúes: expresar cansancio, mostrar arrepentimiento o, incluso, llorar.

Pero según la vivencia diaria de una madre que ha parido recientemente o lo hará en pocos meses, esta etapa viene acompañada de dudas, incertidumbre, una situación anímica delicada o la posible aparición de un trastorno más complejo, como la depresión, la ansiedad o, incluso en casos más extremos, la psicosis.

Como lo expresó Paola Josefina González Castro, profesora de la Escuela de Psicología de la Universidad de Monterrey, la maternidad, a pesar de ser un hecho que pasa por el cuerpo, también atraviesa toda la psique de las mujeres que se convierten en madres, y no se puede pensar en la maternidad solamente como un hecho fisiológico.

“Muchas veces encontramos que la maternidad no es tan rosa, tan perfecta como hemos escuchado; socialmente se ha hecho una idealización de la maternidad, sin embargo, en muchas ocasiones, la maternidad trae consigo un desencuentro con muchas cosas”, advirtió.

La especialista en psicoanálisis refirió que, cuando una mujer se vuelve madre, hay algo que se pierde y que está relacionado con “su ser mujer”, lo cual tiene implicaciones, porque hay que reestructurar psíquicamente todo el universo de esa mujer para poder darle acogida al nuevo hijo o hija.

“Hay una vulnerabilidad psíquica muy grande en el posparto, pero la sociedad nos hemos dedicado a romantizar la maternidad”, indicó.

La reestructuración psíquica que implica la maternidad no ha resultado tan inofensiva para muchas mujeres: hay estudios que registran que tanto en México como en el mundo un 20 % de las mujeres, en los seis meses posteriores al parto, sufrirán de depresión posparto.

Además, una de cada mil mujeres que ha parido sufre algún tipo de psicosis posparto, que es una desestructuración psíquica intensa, caracterizada por delirios y centrada en el hijo y en la filiación, si bien, en la mayoría de los casos, las psicosis posparto conocen una estabilización; esto no deja de ser una patología grave que requiere acompañamiento psiquiátrico, psicológico y para el cual se recomienda siempre conservar el vínculo de manera estrecha y vigilada con el recién nacido, según lo explicó González Castro.

El 80 % de mujeres en el posparto inmediato, es decir, en los primeros cinco días del posparto, según reportan algunas cifras, sufrirán lo que se denomina “depresión del tercer día”, depresión posparto o baby blues.

Este síndrome se caracteriza por presentar cambios de humor muy abruptos, ganas de llorar o sentimientos de inquietud, insomnio y cansancio, según detalló la catedrática.

“Hay personas que creen que es específicamente hormonal, aunque sin duda las hormonas juegan un papel fundamental, pero creo que también tiene que ver el duelo hacia la mujer que se era antes, el duelo hacia el embarazo; es como el momento de tomar aire y empezar un nuevo trayecto de vida”, estableció.

EL POSPARTO… MÁS QUE 45 DÍAS

Aunque las leyes mexicanas ofrecen una incapacidad por maternidad por un periodo de 45 días, la mayoría de los autores afirma que el posparto no dura 45 días y creen que puede alargarse hasta el segundo año de vida del niño o niña, de acuerdo con González Castro.

Sin embargo, explicó la especialista, a los 45 días se les pide a las mujeres que regresen a laborar, que sigan produciendo y sosteniendo los telones de la sociedad con los cuidados del hogar, al tiempo que se debaten en manos de quién quedará el cuidado de su propia cría.

Agregó que varias autoras han puesto el acento sobre la precariedad y la poca visibilidad que se le da al trabajo (no remunerado) del cuidado, así como en el hecho de que la maternidad empobrece a las mujeres.

El sentimiento de pérdida en el posparto también está relacionado con la desigualdad en el tratamiento que se le da socialmente a una mujer embarazada y el que recibe una mujer que recién alumbró: la primera es la protagonista y recibe todas las atenciones, mientras que la segunda queda desplazada por la persona recién nacida; ella ha pasado a un segundo plano.

“Hay autoras que piensan en el posparto como un momento de regresión: las mujeres que acaban de tener un bebé están volviendo a ser bebés y necesitan la atención, el cuidado, por eso tenemos la tradición de que otras mujeres vayan a cuidar a la recién parida, a maternar a quien materna”, comentó.

Agregó que, desde los años 60 del siglo pasado, hay estudios que revelan que las mujeres en este periodo tienen más posibilidades de encontrarse en un hospital psiquiátrico que en cualquiera otra etapa de su vida.

En el posparto, la depresión puede estar más anclada hacia la ansiedad, por ejemplo, en torno a la seguridad del bebé, lo que desata una conducta de hipervigilancia, pero se ha encontrado que los fenómenos ansiosos son mucho más probables durante el embarazo, según la profesora de la UDEM.

JUZGAR MENOS, EMPATIZAR MÁS

Entre las acciones necesarias para desarrollar empatía con las nuevas madres, está el evitar romantizar la maternidad ‒la familia y las personas en el entorno‒, debido a que la sociedad construye ideales muy altos y muchas mujeres entran en crisis porque no los alcanzan.

“No hay que olvidar que las mujeres que se convierten en madres son mujeres, principalmente, y que tienen una vida, que está transformándose”, subrayó.

Es necesario preguntar a las nuevas madres genuinamente cómo están, cómo se sienten, y darles espacio para que puedan llorar o expresar su cansancio, porque en muchas ocasiones cuando una mujer expresa su descontento o muestra su arrepentimiento, se le reprocha: “tú querías esto”.

“Al estar ahí, la maternidad implica estar con una criatura 24/7; es desgastante y las mujeres tendrían que empezar a tener estos espacios para poder decir: estoy cansada, siento que no puedo, necesito ayuda”, sostuvo.

La profesora universitaria destacó que los espacios para expresar este tipo de temas son escasos, porque se convierten en temas tabú y las mujeres tienen miedo de ser juzgadas como malas madres.

“Hay que juzgar menos y empatizar más con lo retador que puede ser, para unas más que para otras, el ejercicio de la maternidad; hay que tener un ejercicio de diálogo muy vivo que nos permita ir evaluando cómo nos estamos sintiendo y pedir ayuda cuando sea necesario”, apuntó.

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