Por: Fanny Martínez
El periodo de reclusión en casa generado por la pandemia del coronavirus Covid-19 no es nuevo para la humanidad, ya que remite a las prácticas ancestrales de aislamiento en épocas de invierno, desastres naturales u otras enfermedades letales de rápida propagación, incluso antes de que se establecieran las tradiciones religiosas del ciclo de la Cuaresma, a las que dieron origen.
“La Cuaresma está yéndose más atrás de lo católico y de lo judío, otra vez a sus raíces”, afirmó Luis Eugenio Espinosa González, profesor de la División de Educación y Humanidades de la Universidad de Monterrey, sobre esta coincidencia en 2020 entre la necesidad del distanciamiento social y la celebración del tiempo litúrgico.
A decir del especialista en temas religiosos, la concurrencia entre la Cuaresma y el actual confinamiento por la contingencia sanitaria permite a los creyentes profundizar en el matiz de crecimiento espiritual y de conciencia social y descubrir que, por respetar a otros, la persona tiene la opción de “frenar ciertos gustos o placeres” o hacer sacrificios en sus rutinas.
DEL HAMBRE AL AYUNO
Espinosa González refirió que los periodos de distanciamiento social tienen orígenes muy antiguos, incluso antes del mundo judío, no solo en brotes de enfermedades contagiosas, sino especialmente después de los inviernos largos.
“Llegaban esos días de desesperación porque no había nueva cosecha o había problemas sociales porque la gente con mayor poder se aprovechaba de los más débiles”, relató.
En épocas remotas, la carencia de alimentos obligaba a la población a ciertos periodos de ayuno, pero en el mundo judío, esto se transformó en una iniciativa de restricción en los víveres por solidaridad.
“En realidad, el ayuno o la abstinencia de carne, que para nosotros en México ya es usual en el contexto católico, por muchos siglos fueron prácticas de apoyo social, de sumarme a algo que socialmente ocurría”, explicó.
En la Biblia, continuó el catedrático de la UDEM, se menciona una especie de preparación, un renacer que se vincula con la Pascua: son los cuarenta días antes de que empiece la primavera.
“La fiesta a la que se hace referencia en la Biblia es el pesaj judío, la Pascua, la fiesta del éxodo de Egipto, que duró 40 años; con el tiempo, esas fechas van a ser una especie de preparación que recuerdan los 40 años de desierto”, indicó.
Ya en los Evangelios de San Mateo y de San Lucas, en la parte cristiana, Jesús va al desierto, donde pasa 40 días, que, para Espinosa González, más que un número exacto representaba una cifra simbólica sobre el tiempo preparatorio, antes de empezar su vida pública, para la misión.
“PUEBLO DE MIÉRCOLES DE CENIZA”
De las prácticas en los inicios del judaísmo, se han sostenido en el tiempo algunas costumbres para la celebración de la Cuaresma, que sumaba 40 días literales, según Espinosa González, pero después el periodo se amplió porque los domingos no era posible hacer día de penitencia.
“El ritual penitencial inicia en un Miércoles de Ceniza, que en México tiene un atractivo cultural muy fuerte, se dice que México es un pueblo de Miércoles de Ceniza, por esta idea de arrepentimiento, de que se va uno a flagelar por todos los pecados”, sostuvo.
En las familias que guardan más sus tradiciones, hay prácticas como dejar de comer ciertos alimentos, muy en especial la carne roja, en viernes y en Miércoles de Ceniza.
“Ya nada más es obligatorio para la gente católica dos días; sin embargo, la tradición queda de dejar de comer carne roja los viernes y hacer capirotada, que representa el alimento que comía la gente de escasos recursos”, expuso.
También sobrevive en México la tradición del fin de la Cuaresma, marcado por el Domingo de Ramos.
“Lo que más nos queda es el arranque, el Miércoles de Ceniza, y el final, Domingo de Ramos; después, el viacrucis y ciertas pequeñas tradiciones de una especie de renuncia, de un sacrificio, pero cada vez más escasas”, dijo.
CUARENTENA Y CUARESMA
Espinosa González manifestó su reconocimiento a los jóvenes, acostumbrados a un estilo de vida de mucha actividad, porque muchos de ellos están haciendo un sacrificio, ya que son muy conscientes de que lo están haciendo por los más vulnerables: sus abuelos o sus padres.
“En ese sentido, recuperamos la idea de una Cuaresma bíblica que hasta ahora había sido cuestión de alimentos, acá me estoy privando de muchas cosas y algunos están creciendo moralmente por la conciencia de hacerlo por los demás”, afirmó.
Las cuarentenas por enfermedades contagiosas o por falta de alimentos, así como el periodo de reclusión de “las parturientas”, se imponían o se suprimían cuando la sociedad notaba que era el momento adecuado de hacerlo, para estar seguros de que una infección ya había desaparecido o que la mujer no iba a morir de parto.
El profesor universitario comentó que algunos de sus alumnos en la UDEM le envían su reflexión de que están redescubriendo lo que significa ser familia: “volver a construir un tejido que talvez estaba muy ‘ralito’, porque cada quien andamos distraídos en otras cosas”.
“Es una bonita oportunidad de que, en medio de una cuestión tan grave, tan trágica, también veamos la oportunidad que tenemos de salir adelante si nos preocupamos unos por otros”, apuntó.