Por Paulo Cuellar
Con la convulsión que sufre la democracia representativa en la entidad, se replantean nuevas reglas para el juego político.
Antes, los políticos se acercaban a la gente y compraban conciencias.
El proselitismo era la esencia y el éxtasis. Sin embargo, hoy en pleno siglo XXI, los puentes intermediarios se derrumban, la ciudadanía interviene directamente en la vida pública.
Por lo tanto, la forma de ganar simpatías ha cambiado.
Hoy observamos como los políticos contemporáneos, suponen que estamos en la época revolucionaria y sus discursos integran el mismo elemento sustancial, “un partido cercano a la gente”, como si las familias estuvieran ansiosas de abrirles las puertas de sus casas a los políticos.
Para obtener el respaldo civil no hay que ser cercanos a la gente, la gente ya se acercó a ellos, sino tener la capacidad de solucionarle problemas a la población. Demostrar integridad, honorabilidad y laboriosidad.
El deber ser de un partido político no es andar recorriendo calles y colonias y ser cercano a la gente, sino alcanzar el poder y conservarlo.