Por Paulo Cuellar M
Dos investigadoras, oriundas y formadas profesionalmente en países desarrollados, Elvira Popova, búlgara e Isabelle Nizincourt, francesa, visitaron, cada quien por su lado, este mes de noviembre, la Sierra de Picachos, con el objetivo de conocer el trabajo y proyectos sustentables que realiza la Asociación Ecológica Sierra de Picachos, A.C. ubicada al noreste del área metropolitana de Monterrey. El año pasado también visitó esta reserva natural, Sofie Turnell, investigadora de la Universidad Estocolmo, Suecia, entre otros extranjeros que han llegado por referencias que documentaron por INTERNET.
Estos investigadores, provenientes de países del primer mundo, encarnan una perspectiva estructural, identificando, por todo el planeta, programas que impactan culturalmente. Esta referencia de la visita que hiciera este cuerpo doctoral a la Sierra de Picachos, viene al caso porque coinciden en un elemento que en América no le otorgamos valor alguno: la naturaleza, como un medio infalible para producir una metamorfosis humana y social. Elvira Popova, doctora en arte teatral, expone que la niñez y juventud deben estar conectados con el medio ambiente porque la biodiversidad desempeña un papel concientizador, a través de la convivencia con la flora y fauna, lo que propicia una metanoia. Un niño que acaricia y juega con un animalito, difícilmente de grande será una persona agresiva con las propias personas, acepta. Por su parte, Isabelle Nizincourt, terapeuta que trabaja con mujeres presas en el Distrito Federal, planteó la necesidad de conectar la naturaleza con las mujeres detenidas, como un factor que fortalezca los procesos de readaptación de las personas, privadas de su libertad. Añade, que los presos no solamente pierden su libertad, sino también la oportunidad de conectarse con la naturaleza. En ese sentido, agrega, hay que llevar la naturaleza a los centros de reclusión, a través de las artes visuales, audio visuales y conferencias presenciales sobre ecosistemas relevantes, como la Sierra de Picachos. Ambas investigadoras coinciden que la naturaleza no solo merece respeto, defensa y protección, sino se convierte en una constante necesidad del ser humano de reconciliarse espiritual y emocionalmente con sus orígenes, con la madre tierra. Las personas que crecemos y nos desarrollamos en sociedades cosmopolitas, nos obsesionamos en la prosperidad y el progreso, reconociendo, por un lado, que sentimos un vacío, pero, por el otro, no estamos conscientes que ese vacío espiritual, solo lo cubriremos volviéndonos a conectar con nuestra esencia, lo natural.