Por Pedro García
¡Sssssssssssssssssst…Pum!
A las 6 menos 15 se elevó, silbó y estalló un cohetón: era la “primera llamada” al vecindario del inicio, en cuestión en minutos, de una de las fiestas más populares entre los católicos mexicanos: el día de “Panchito”, de San Francisco de Asís.
Es domingo por la tarde y en la azotea de la casa de doña Juanita Estrada lanzan y estalla un segundo cohete: segunda llamada…Ajetreo entre los vecinos. Comienzan a congregárse las familias; algunos, ya convertidos en padres de familia refieren sus años de infancia con el vivo recuerdo de las danzas. La fiesta hace el milagro de que retornen a su añorado barrio en la Fabriles.
El ambiente popular es invadido por el aroma de la tamalada que se brindaría a la parroquia congregada para venerar a Panchito. La gente se reparte los refrescos.
Enfrente, los trabajadores del volante de Regio Taxi colaborando para abrir espacios a la veneración. El joven Ramón Serna Cisneros, coordinador de la oficina de gestoría y servicios de transporte informa que la fiesta a San Francisco es una tradición de larga historia en el sector.
El joven Serna Cisneros detalla que Doña Juanita es la persona que ha logrado mantener la tradición de la fiesta a San Francisco.
Fabricio Ortega, joven abogado, colaborador de Serna Cisneros comenta de la gran tradición de la fiesta en el barrio y otras deportivas que se organizan en otras épocas del año, “dignas de ser publicadas en los medios”, dice entusiasmado.
Doña Juanita es el eje de la organización de la fiesta a Panchito cuyo día es el 4 de octubre. “Pero yo hago la fiesta una semana después porque todos se van al Real de Catorce, todos, también las danzas (los matachines)”, explica la respetable y admirada vecina del barrio de Nueva Rosita y Luis G. Urbina, en la colonia Fabriles.
¡Más de Setenta años!, de organizar la fiesta a San Francisco. “Mi padre fue el primero en hacerla”, refiere doña Juanita y agrega que posteriormente ella tomó la responsabilidad de mantener la fiesta.
-¿Y por qué lo hace?
-Porque le tengo mucha fe a San Francisco.
Dice doña Juanita que Panchito es muy milagroso. “Aquí los vecinos vienen a mi casa a pedir la intercesión de San Francisco por algún problema que tienen”, agrega al señalar que ella también ha recurrido al santito que le ayudó a resolver un problema muy fuerte que hubo en su familia por la posesión de la casa donde habita, ahí en la calle Nueva Rosita. “Y el problema se concilió y se lo agradezco a Panchito”, expresa.
De pronto, el júbilo; la gente advierte la llegada de los danzantes con sus coloridos vestidos y sus sandalias (¡clas!, ¡clas!, ¡clas!), suenan y resuenan sus pies por las suelas laminadas del calzado de los matachines.
El líder de los danzantes se aproxima a San Francisco y pide sus bendiciones a ellos y a todos los vecinos congregados con motivo de la fiesta patronal. Las sonajas vibran y suenan en preparación a la coreografía que resultó estupenda, lo cual reconocieron los espectadores con prolongados aplausos.
¡Chas!, ¡chas!, ¡chas, chas, chas, chas, chas!…La danza comenzaba. Los cuerpos de los matachines hacían magníficas y coordinadas evoluciones, los giros fueron vistosísimos. Y Luego el sonido de los arcos y los penachos multicolores que hicieron más lucidores los bailes de los danzantes.
La fuerza de las tradiciones populares es una muestra indiscutible de su poder para ayudar a reconstruir el tejido social y a restablecer la seguridad pública en los barrios de las colonias donde una venerable abuelita, como lo es doña Juanita, es un factor para la armonía vecinal.