Columna Mister Holding
Pocos gobernantes han reconocido sus errores en el sexto informe de gobierno, la última oportunidad de estar frente al pueblo que los eligió.
Al término de una gestión, sellada por el estilo personal de gobernar, hay quienes siguen viendo en color rosa el periodo transcurrido, pero el tiempo, la nostalgia y la soledad que siguen, se encargan de ubicarlos en su realidad.
Gustavo Díaz Ordaz asumió su responsabilidad política, social, personal e histórica de los funestos hechos de 2 de octubre de 1968.
José López Portillo lloró cuando le pidió perdón a los pobres y reconoció que el país se le deshizo entre las manos.
Otros, se excusaron por las circunstancias que les impidieron cumplir lo prometido.
Pero quienes trabajaron en serio por trascender, demuestran con hechos, hasta el último momento de su gobierno, su pasión por el servicio público.
Pocos se sienten satisfechos por lo realizado y no autocritican las fallas evidentes, como en el caso de Rodrigo Medina de la Cruz.
Por eso la pregunta sosa de los spots: ¿Con cuál Nuevo León te quedas?
¿Hay opción?
La realidad, la vox populi en diferentes portales periodísticos, ubican a Medina de la Cruz como el peor gobernador de la historia.
Y aunque hay la oportunidad histórica de reconocer errores y hasta pedir perdón a los ciudadanos, se deshecha la coyuntura.
Así, el último informe de gobierno será un rosario de buenas obras, pero ¿informará la cantidad exacta con la que se deja hipotecado a Nuevo León de aquí al futuro?
¿De la responsabilidad política que deja malas cuentas al partido que lo llevó al poder y las fallas evidentes que fueron decisivas en las elecciones presidenciales y de gobernador?
¿De la falla a los ciudadanos, la creciente pobreza extrema, el galimatías de obras mal planeadas, peor ejecutadas y otras que se dejan a medias?
El rito del informe que todo lo ve en color rosa es cosa del pasado.
El adiós al poder es definitivo y, joven que es, el todavía gobernador del grandioso Estado de Nuevo León, tiene la vida por delante y verá lo implacable del tiempo y la memoria colectiva.
Y más si se aplica la justicia y hay hasta cárcel para los responsables del caos evidente en la administración pública.
Todo al tiempo, que se dice, es justiciero y vengador.