Columna Mister Holding
El hermano incómodo, fue el encabezado histórico de la revista Proceso que reseñó el poder ilimitado que Raúl ejercía en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Y la historia sigue repitiéndose.
Gustavo Díaz Ordaz padeció los excesos de su hijo. José López Portillo se sentía orgulloso de su nepotismo y la familia cayó en excesos.
Lo mismo le pasó a Vicente Fox que cedió parte del poder a su esposa, Marta Sahagún.
Martita se sentía con ganas de suceder a su esposo en la Presidencia de la república, pero éste, al final, ordenó que término de su mandato se irían al rancho, donde ahora viven.
Por más queridos que sean, el pueblo eligió a un gobernante, no a la familia que pierde piso, como la hija de Enrique Peña Nieto que calificó de prole a quienes critican.
El poder marea y más sino se acota a familiares.
Jorge Treviño dejó en manos de su hermano Alejandro el rediseño del aparato gubernamental. Natividad González Parás hizo lo mismo. Luis, su hermano, tomaba decisiones importantes.
Rodrigo Medina de la Cruz dejó a su papá Humberto ejercer el poder tras bambalinas.
Y ahora Jaime Rodríguez Calderón debe erradicar la costumbre de ceder parte del poder a familiares.
Así, El Bronco debe terminar con esa práctica perniciosa que enturbia los gobiernos.
Sería paso importante y señal clara a los ciudadanos que el poder no se comparte con la familia.
La historia nos repite lo mismo: el poder es efímero.
Pero en su momento, no lo entienden, hasta que pasa el mareo con el adiós definitivo al poder. •