Por Pablo Cuellar
350 accidentes automovilísticos ocurren diariamente, en promedio, en el área metropolitana de Nuestra Señora Metropolitana de Monterrey. De acuerdo a la Asociación Nacional de Seguros, Nuevo León, ocupa los primeros lugares, con mayor número de accidentes viales. Sufrimos de anomia. Es decir, experimentamos una ausencia de reconocimiento y respeto hacia las normas y reglamentos. Anarquía vial. Esta condición, ocasiona que los automovilistas sean “chocones”. Sin embargo, ni reconociendo que somos campeones en chocar, hemos sido capaces, puntualmente nuestras universidades, de crear una carrera profesional, especializada en accidentología vial, tal y como lo tienen Chile, España y principalmente Argentina, quien es la pionera en formar profesionistas que se ocupan del estudio integral de los accidentes de tránsito. Estos investigadores Intervienen en el análisis y solución de la interacción de factores esenciales como lo son lo humano, infraestructura vial, ambiental y vehicular. Lo trágico y aparatoso no solamente son los accidentes, dónde hay pérdidas humanas, sino el que sigamos interviniendo de un modo silvestre y cavernícola, en dónde el perito que delibera el diseño del croquis del accidente es un modesto oficial de tránsito, y en la actualidad un fuereño que ni siquiera sabe dónde se localiza la Alameda Mariano Escobedo. El juicio y criterio de un burócrata inmigrante documenta el siniestro con pluma y en papel bond. Es como si en nuestra sociedad, no hubiera ginecólogos, solo parteras sureñas. Es la verdad.